2.8.14

(Resulta que esto se ha convertido en una historia compartida o algo así y la estamos subiendo a Facebook, quién me lo iba a decir, con lo chiquitito e insignificante que era. Para el que quiera saber qué fue de la chica que no nació para ser musa y del chico de los avioncitos de papel, comentario en esta entrada y le digo cómo o le paso el texto ^^ Si estáis registrados en el foro de Laura Gallego, lo podréis encontrar allí en poco tiempo).

Fotografía tomada de "A pleasure to burn" (hellanne.tumblr.com)


Que me ha llamado George Lucas y que oye, mira, que se lo ha pensado mejor y quedaron cabos sueltos en nuestra historia. Que muchas de las escenas cortadas tenían cabida en otra película, que el personaje de tu exnovia daba mucho juego y lo aprovechó poco, que nuestras miradas al decirnos adiós en la última escena daban pie a una secuela como las que a él le gustan, bien cargadita de acción y dramatismo (y naves espaciales, claro).

Bueno, tú sabes, en verdad esto me lo han dicho Jorge y Lucas, que quedé el otro día con ellos para un café y aún no han superado lo nuestro. Y que puede que lo de las naves espaciales quede un poco falso con nuestro presupuesto de universitarios, además que no me imagino yo al Halcón Milenario aparcado en el descampado del campo del Betis. A saber cuánto te cobraba el gorrilla por estacionar allí semejante trasto. Igual basta con esos aviones de papel que me lanzabas con formidable puntería en la biblioteca, cuando ya apenas quedaba gente que pudiera molestarse por eso. Siempre había alguien que ponía los ojos en blanco al vernos, desaprobando nuestro comportamiento infantil, pero jamás me importó, francamente, cuando lo que aterrizaba sobre mis apuntes eran las palabras más bellas que jamás pensé que me dedicarían. Las tuyas. Se te daba bien ser poeta cuando te alimentabas de desamor, esperanzas e idealizaciones, pero se ve que el amor con mayúsculas no era buen combustible para tu pluma. O igual es que yo no nací para ser musa en las distancias cortas.

Es curioso que me esté acordando ahora de esto, con lo que ha llovido desde entonces. Bueno, tampoco tanto, según dice el hombre del tiempo. 

Pero da igual que pasen los años, hay cosas que nunca cambian. Todavía se me hace un nudo en la garganta cuando escucho aquella canción que llamábamos nuestra, o quizá era sólo yo la que la llamaba así, tú sabes que siempre padecí un incurable síndrome de Diógenes para los recuerdos e intentaba almacenar todo lo que vivimos o nos dejamos por vivir, fuera o no importante o digno de contar a esos nietos que nunca tendremos.

Esa canción. La foto de la mesita de noche. La cajita llena de tus aviones de papel y tus notitas entre mis apuntes. Las entradas de cine. El libro que me prestaste y que no pude pasar de la página 200. El rinconcito del Parque de los Príncipes que era nuestro, después de tantas horas allí hablando de cosas trascendentales, del sentido del universo y de dónde íbamos a cenar después. La forma de darme las buenas noches. El emoticono con el que terminabas todas las conversaciones por Facebook. El banco de Santa Cruz donde nos dimos nuestro primer beso. El poema que te recité la primera vez que hicimos el amor.

Me pregunto si tú tuviste que sacar tantas bolsas de basura de tu corazón como tuve que hacer yo, pero en fin, reconozco que fui un poco vaga y muchas de las cosas las tapé con una sábana y si te he visto, no me acuerdo. Igual no ha sido buena idea, porque sigues ocupando un espacio que no te pertenece, o igual sí, porque todavía late de vez en cuando al escuchar esa canción, ver esa película, leer ese poema, pasear por esos lugares, que ya no te pertenecen, joder, no sé cómo lo has hecho para estar en todas partes cuando antes me faltabas tanto.

Pero vamos, que yo ya lo he superado y tú supongo que también, porque te fuiste con pocas explicaciones y muchas lágrimas sin secar, que son el mejor remedio para apagar las llamas de antiguas pasiones y las cenizas empapadas no hay mechero que las encienda, aunque nos quedase gas para un nuevo intento.

Aunque hay quien todavía lo piensa, no te creas.

Esto te va a resultar gracioso, no te vayas a reír, pero es que a veces también lo pienso yo. Pero vamos, que son tonterías que se me ocurren a veces, muy pocas veces, cuando Marte se alinea con Venus y me cruzo contigo y recuerdo lo bien que encajaba mi cuerpo bajo tu hombro. No, si ya sé que hay más hombros que hombres, y hay muchos muy cómodos, pero el tuyo estaba hecho a medida para mí, con la dosis justa de desodorante como para que el olor no me hiciera cosquillas en la nariz, con la temperatura perfecta como para que no me estorbaras ni siquiera en esas noches pegajosas de verano.

Aunque ahora que tienes los brazos como el puñetero Lobezno, me pregunto si será lo mismo, si seguiré encajando en ese huequito de tu cuerpo que era mío o si me lo habrás arrebatado a golpe de gimnasio, aunque tampoco es que importe mucho desde que fui declarada persona non grata en todas las fronteras de tu piel y me repatriaron a la mía propia, que se me hace pequeña y nunca me ha parecido especialmente confortable, ya lo sabes. Se me clavan tus recuerdos en la espalda cada vez que intento acomodarme en ella, son más insistentes y agudos que los muelles de mi viejo colchón y así pasa, que no hay quien duerma bien por las noches desde que cambié mis sábanas por tu ausencia.

Con este material no parece que haya suficiente historia para otra película más, creo yo. Estoy segura de que hasta los guionistas de Cuéntame rechazarían el encargo. Pero igual estaría bien quedar un día para hablar, ponernos al día, aclarar un par de cosas que se nos quedaron atravesadas, ya sabes, lo típico que hacen las exparejas con un café y una Muralla China de recelo por delante. No sé, me cuentas qué tal le va la carrera a tu hermano pequeño y la jubilación a tu padre, y qué planes tienes ahora, si lo de la empresa aquella salió adelante. Ya de paso me cuentas si esa chica de la que hablan los poemas de tu blog sigo siendo yo, porque se me parece un poco y, bueno, se llama como yo. Y ya que estamos, te pregunto si es cierto eso que me contaron de que te vieron unas cuantas veces dando vueltas delante de mi portal, pero que siempre te ibas sin llamar al telefonillo. Que no digo que sea verdad, que la gente miente más que habla.

Como yo, por ejemplo, que juré y perjuré que no habría director que me sobornara para firmar por una secuela, ya sabes mi opinión sobre ellas, que nunca llegan a la altura de su predecesora. Pero el otro día me vi la segunda de Batman y me gustó mucho más que la primera.

Será por eso.




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