21.6.13

El paso de los años
no me hace más mayor.

Me hace más completa.

Me encuentro,
aunque a veces también me pierdo.

Me descubro,
e incluso a veces me redescubro.

Me entiendo,
aunque a veces he de descifrarme.

Me construyo,
aunque a veces crea que me derrumbo.

Pero me reconstruyo.

Pieza a pieza.


Año a año.





Cumplo 21 años el día 21 de Junio, publicando mi poema XXI. Me encantan estas tonterías. 



17.6.13


Admiro a Risto Mejide. Hace años, allá por 2008, descubrí gracias a cierta personita de Torre del Mar que este caballero escribía hartículos (sí, con h) en el periódico ADN. Y sin esperarlo en absoluto, con una idea preconcebida y prejuiciosa de él debido a la televisión, me enamoré perdidamente de su prosa.

Hace poco me reencontré con su pluma por la red. Y aquí estoy, volviendo a compartir uno de sus textos en la blogosfera, como ya hice en su tiempo (y me alegro, porque ahora me cuesta encontrar los más antiguos).

Que lo disfrutéis.



Qué tiempo tan desliz

Todos los artículos felices se parecen entre sí, los infelices lo son cada uno a su manera. Puede que ni esa frase ni nada de lo que te vaya a decir a continuación vaya a parecerte novedoso. Pero qué le vamos a hacer, a veces la utilidad está muy por encima de la novedad. O al menos, debería estarlo.

Igual es cosa de la edad, pero ya no me creo ninguna definición de felicidad. Me parecen todas mentira cochina. Frases célebres pronunciadas por gente que jamás hizo caso de las frases célebres. Gente que en su mayoría, encima, predicó con todo menos con el ejemplo. Y de ahí que tampoco me crea a los que dan recetas y se ganan la vida con ello. Gente que hace de tu ruina, su fortuna. Gente que debería estar en la cárcel, a poder ser en la misma celda que Justin Bieber.

Tampoco creo que tenga nada que ver con la salud, ni con el dinero, ni con el amor. Si no te ha ocurrido ya, espero que te ocurra. Yo he tenido el honor de conocer a gente que no tenía ninguna de las 3 pero que podía levantarte el ánimo con una puñetera mirada. Gente cuya salud le había colocado en el corredor de la muerte y que demostraba más vida que tú y yo juntos. Gente que no lo había perdido todo porque jamás lo necesitó. Y gente que fue tan amante como amada y muy desgraciada a la vez.

A mí perdóname, pero cuando he sido feliz ha sido, normalmente, por accidente. Cuando me he sentido pleno y realizado ha sido, a menudo, consecuencia de algún desliz. Vine al mundo yo como podría haber venido cualquier otro. Me dediqué a lo que me dedico casi porque me encontré como Aznar, trabajando en ello. Conocí a mi mujer -y a mis mejores amigos- por la mayor de las casualidades. Tuvimos un hijo -con mi mujer, no con mis amigos- como se deben tener, sin pensarlo demasiado. Y así, todas las cosas maravillosas que me hayan sucedido hasta la fecha. Y así, todas las cosas malas que vengan, seguramente, también.

Pero eso tampoco quiere decir que la felicidad sea fruto del azar. Ser feliz no es una cuestión de suerte, ni una definición molona sobre un fondo de salvapantallas, ni un estado del alma, ni siquiera una circunstancia que viene y va.

Ser feliz es una decisión.

Miento, lo he dicho mal, ser feliz es LA decisión. La única decisión realmente importante y relevante que hay que tomar en la vida. La única decisión que, una vez tomada, hay que seguir tomándola todos los días.
Una decisión que determina tus 3 relaciones fundamentales.

La primera, la relación con tu pasado. Hace poco me preguntaban opinión sobre un asunto “como profesional de éxito”. Para nada me considero profesional de éxito. Precisamente, creo que la profesionalidad -como la felicidad- no depende de tus éxitos, sino de cómo recuerdas, analizas, clasificas y reciclas tus fracasos. Los mejores profesionales que he conocido eran puras plantas de reciclaje de fracasos propios y ajenos. Y la gente más feliz, también.

La segunda, la relación con tu futuro. Como escribió Nikos Kazantzakis, tu libertad -que no es más que el futuro de tu felicidad- depende solamente de qué esperas y qué temes. Si no esperas nada, tendrás las manos libres y limpias, además de que nadie nunca te decepcionará. Y si no temes a nada ni a nadie, nadie te podrá parar.

Por último, tu relación con el presente. La realmente crítica, la más budista, qué rabia me da que Richard Gere se haya colado en este concepto. En el presente, la felicidad se vuelve más mundana, cotidiana, se tangibiliza, se hace cosa y se transforma en alegría, más real, más alcanzable y mucho más verdad.

Por eso, y hablando de budistas, yo prefiero hablar del reino de Bhután, que mide la Felicidad Nacional Bruta desde 1972. Y lo hace mediante 9 indicadores: bienestar psicológico, uso del tiempo, vitalidad de la comunidad, cultura, salud, educación, diversidad medioambiental, nivel de vida y gobierno. Vamos, todo lo que se nos está mutilando aquí. Normal que un amigo mío haya decidido tirarse a las 3 eses: Smile, Sport and Sex.

Aún así, miro y admiro a mucha gente que ha decidido mantener su alegría. Pese al entorno. Pese a todo lo gris. O lo negro. Gente que ha decidido que nada ni nadie les va a hacer olvidar que, por jodido que esté el presente, sigue siendo sinónimo de regalo.

Un regalo que, como todos los que vienen sin ticket, es difícil de cambiar.

Pero no imposible.

11.6.13



Todavía no sé si este

choque de trenes

ha sido SINIESTRO TOTAL

o un simple

d 
e
s
c
a
r
r
i
l
a
m
i  
e
n
t
o

      







Renfe no se hace responsable de los posibles daños provocados por esta destructiva intensidad emocional.






(Hay días que me encuentro un pedacito de amargura en el bolsillo, escondido entre el sarcasmo.


Hay días que no me entiendo ni yo).

9.6.13





kintsukuroi金繕い

“reparar con oro”; el arte de reparar alfarería con oro o plata y comprender que la pieza es aún más hermosa por haber sido dañada.




Me avergonzaba de mí misma, de mis dudas, mis fracasos y mis errores, de mis debilidades y de mis imperfecciones, y ello me ha estado consumiendo por dentro durante años. He aprendido que esconderte del mundo sólo sirve para crearte un enemigo más: tú mismo. Y hay que tener cuidado con él, porque conoce todos tus secretos y tus puntos débiles, y sabe utilizarlos en tu contra, y nunca se cansa de repetirte, una y otra vez, lo poco que vales, lo poco que te aprecian, lo que poco que importa tu vida. Y es un mentiroso nato.

Conseguí amordazar a esa parte de mí y ahora la tengo escondida y maniatada en el armario, con siete cerraduras, y tiré las llaves al Guadalquivir. Y ahí sigue. A veces hace un poco de ruido y me recuerda que existe, me impide olvidarla. Pero no puede escapar.


Nunca olvides que todas las heridas, todos los arañazos, todas las cicatrices que dejaron tus continuas peleas contigo mismo en tu alma, son la prueba de tu fortaleza. Son de oro. Nunca te avergüences de ellas.